sábado, mayo 11, 2013

Otras noticias acerca del probable origen de Amancio Luna


Otras noticias acerca del
probable origen de Amancio Luna
y su pacto con los duendes callejeros

En ciertos cafés de Buenos Aires se sospecha que Amancio nació y vivió sus primeros años en la zona que hoy conocemos como Palermo Viejo. Aunque nadie acierta a fijar siquiera una fecha probable, existen quienes creen que su origen tuvo lugar alrededor de las primeras décadas del siglo XIX  y que ya en tiempos de Rosas algunas historias hacían referencia a un misterioso personaje que hoy muchos identifican con Amancio Luna. 
Pero en lo que casi todos coinciden es en la leyenda que afirma  que Amancio, merced a un pacto suscrito bajo condiciones poco claras con los duendes alcanzó la inmortalidad.
 Cuentan también que el pago por esquivar eternamente a la parca, fue su condición de amador de feas. Y algo de cierto habrá habido en esa terrible condición puesto que no existen historias que lo liguen a ninguna muchacha bella o tan siquiera agradable.
Lo cierto es que los relatos de las intervenciones de Amancio en la vida de las mujeres feas no quedan limitadas a una época o lugar; hay quienes juran y perjuran que alguien que conocen conoció a alguien cuya tía tuvo una amiga que dijo que había estado una noche de verano con Amancio en la vieja estación de Villa del Parque. Y otros dicen que les dijeron que habían escuchado historias de Amancio que se remontaban a fechas tan inciertas como la de la visita de la Reina Victoria a Buenos Aires o la de la segunda guerra mundial.
Los racionalistas y escépticos de siempre, sostienen la teoría de que Amancio  es sólo una torpe excusa de las muchachas feas para tener historias que contar en las oficinas o en las asociaciones benéficas a las que son tan adictas.
También existen quienes afirman que el verdadero motivo de semejante patraña no es el de poder contar historias; el motivo sería de una naturaleza si se quiere más espiritual. Esas mujeres, jóvenes o viejas, alimentarían el mito de Amancio para justificar estados de melancolía que de otra manera serían muy difíciles de explicar; súbitos ataques de llanto y conversaciones susurradas encontrarían así un marco de cierto respeto entre familiares y vecinas suspicaces.
El músico Jorge L. Ruz, que cree fervientemente en la existencia de Amancio Luna, asegura que en realidad, en el pacto que éste firmó con los hados existe otra cláusula, sumamente sugestiva,  que establece que ninguna mujer fea podrá resistir los reclamos del insólito amador. Esta cláusula que ya había sido sugerida en algunos textos del Juanjo Izaguirre, dio también argumentos a los racionalistas para elaborar la canallesca teoría de que las mujeres usan a Amancio Luna como coartada para justificar eventuales deslices y tiradas de chancleta.
El mito ha ido creciendo con el tiempo y ya son muchos los que intentan descubrir los rastros de este conjetural amador de feas en algunas historias susurradas en el barrio, en ciertos clubes y aún en algunos rincones arbolados del Parque Rivadavia en Caballito.
Aún así, los hombres que han sufrido desengaños y las muchachas que aún esperan el milagro del amor, aseguran haber visto en las noches claras de verano, mezclada con el aroma de los jazmines,  la sombra furtiva y evanescente de Amancio Luna rumbo a alguna cita. Y hasta hay quien asegura que al paso de esta sombra se escuchan los misteriosos acordes de un tango, ejecutado en el bandoneón cachuzo de cierto duende sentimental.
Por nuestra parte, todavía creemos en los prodigios y sabemos con total certeza que éstos se encuentran, no en los resobados naipes de tarotistas o videntes, sino aquí nomás. A la vuelta de la esquina

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